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Conversamos con Rosalía Arteaga, Presidenta Ejecutiva de Fundación Fidal




1. ¿Cómo ve el panorama educativo nacional y mundial en medio de esta crisis sanitaria? ¿Cuáles son los retos y oportunidades?


El panorama es complicado. Los estudios de organismos como UNESCO y CEPAL apuntan a un receso de 10 años en el ámbito educativo a nivel global y en América Latina podría ser más. 

Esto se debe fundamentalmente a tres factores: el primero tiene que ver con la capacitación a los maestros, no se han hecho muchos esfuerzos para instruirlos en el uso de plataformas y en cómo ser profesores online, que es muy diferente a ser docentes presenciales; el segundo factor es la baja conectividad que tenemos en el país; y el tercero, la falta de elementos como computadoras, tablets, celulares o laptops. En el mejor de los casos hay una por familia, pero esto no satisface las necesidades, y, en otros casos, no hay ni un dispositivo ni conectividad.  

En cuanto a las oportunidades, yo diría que una es avanzar a pasos forzados para utilización de la metodología online que puede ser una ganancia a largo plazo. También creo que el gobierno debería invertir más en capacitación de profesores, en fomento de creatividad, en el uso del tiempo libre y en el involucramiento de padres y madres de familia en el proceso educativo, que ha sido bastante limitado a nivel mundial; los papás y mamás han dejado la tarea de formar, no solo de educar, a sus hijos en manos de las escuelas y ahora se ha convertido en una tarea compartida, ahí también hay una oportunidad. 

2. ¿Están los jóvenes preparados para su inserción laboral al terminar su educación? ¿Qué hace falta?


Necesitamos más formación en dos áreas. Una es en el tema de valores, que hace una falta enorme a nivel de todo el Ecuador; hemos visto que la corrupción aparece como el denominador común cuando debería ser la excepción.  

Por otro lado, el tema en que se necesita insistir es en aquello que se ha trabajado en países como Alemania o Suiza, que tiene que ver con la educación dual. Sé que hay algunos pequeños esfuerzos en ciudades como Cuenca o en establecimientos educativos específicos, pero debería ser una política general, de tal manera que los jóvenes que por cualquier  situación de orden económico o vocacional no van a la universidad, tengan una oportunidad de insertarse en el ámbito laboral porque tienen un oficio (digitadores de computadoras, personas que saben de albañilería, carpintería, plomería, etc.), son habilidades para la vida; no importa si siguen en la universidad porque estos oficios les van a servir en su propia casa, en algunos casos, y, en otros, para ser insertos en lo laboral con más facilidad.

3. Se ve con mucha preocupación la falta de oportunidades para insertar a los jóvenes en el ámbito laboral. ¿Cómo solucionar esta problemática? 


Primero es con la educación y también con un mayor diálogo entre el sector educativo y el sector empresarial, que es el generador de puestos de trabajo. Ese diálogo me parece que no es lo suficientemente amplio para permitir que haya esa mayor oportunidad para los jóvenes, que salen muchas veces hasta con título de posgrado y sin capacidad de conseguir trabajo. Esto se debe a la contracción del mercado, a las situaciones que ha vivido el Ecuador, a los escenarios globales, pero también a ese déficit de acercamiento de los diferentes sectores.

4. ¿Cuál es o cuál debería ser el rol de las empresas responsables en el ámbito de la educación y la inserción laboral?


Hay varios aspectos. Uno de ellos tiene que ver en cómo la empresa puede apoyar a un sistema educativo que está tan fragilizado, con mucha deserción escolar y con baja calidad. Allí pueden surgir temas que van desde la preocupación de las empresas de proveer de educación a sus propios trabajadores, pero también a su entorno familiar, es decir proveyendo de facilidades de educación para los hijos de los colaboradores.  

También pueden ser parte de iniciativas que ya existen a través de la gestión de ONGs e instituciones que trabajamos en educación. Por ejemplo, podrían apadrinar jóvenes para que sigan cursos, dotar de infraestructura, mobiliario escolar o computadoras a establecimientos educativos y tener una mayor cercanía, es decir no solo donar tales implementos, sino involucrarse en el día a día de las organizaciones a las que apoyan.  

Creo que deberían también existir incentivos tributarios para quienes apoyan la educación. Si sabemos que hay un problema serio, como la capacitación a maestros, y tomamos el mercado laboral y vemos que hay ciertos profesores que no rebasaron el bachillerato, que no tienen especialidad; cómo no pensar en incentivos tributarios para aquellas empresas que apoyen el estudio de estos docentes, y que este apoyo vaya directamente al centro educativo para que éste convoque a los mejores estudiantes. Qué bueno sería que estos estudiantes tengan becas para estudiar pedagogía, creo que esto podría transformar en muy corto plazo al país.  

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