Gestión ASG: sostenibilidad con enfoque financiero. Un golpe en la mesa.
Por: Pablo del Arco Fernández*
Las compañías son cada vez más conscientes de la importante de atender los impactos sociales y ambientales resultado de su actividad, potenciando los positivos y mitigando los negativos. Ese es el enfoque de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), que se queda sin embargo corto por ser proactivo, atender los riesgos cuando ya se han materializado y dejar pasar las oportunidades de negocio y operativas que una atención proactiva permitiría.
Con el mismo objetivo de la sostenibilidad, se abre la oportunidad de integrar el enfoque de los impactos desde el propio diseño de los procesos, productos y servicios, lo que ya estamos viendo en modelos innovadores. Ésta es la primera gran evolución que se requiere en las compañías.
La segunda está relacionada con las siglas ASG, que estamos escuchando con especial insistencia en los últimos meses. El enfoque de impacto se queda también corto, porque no necesariamente está considerando cómo la gestión de los temas conectados con sostenibilidad puede impactar en la estabilidad financiera y el acceso de las compañías a capital. El mercado financiero, que integran a su vez los inversionistas institucionales, los gestores de activos, la banca y las calificadoras de riesgos, quiere que las compañías trabajen con el objetivo de la sostenibilidad, pero no únicamente desde el enfoque del impacto que generan sobre su entorno, sino atendiendo los temas que son críticos financieramente.
Esta evolución es la que da lugar al concepto de doble materialidad, que integra la determinación de los temas críticos por el impacto, consultando a una amplia selección de grupos de interés, con los temas significativos financieramente, desde la perspectiva de mercado. Ya forma parte de la regulación más avanzada a nivel internacional, la Directiva Europea de información corporativa sobre sostenibilidad (CSRD, por sus siglas en inglés). También en la región, la contempla la Circular 031 de la Superintendencia Financiera de Colombia (diciembre 2021), de aplicación en los emisores de valores.
La terminología ASG corresponde a los factores ambientales, sociales y de gobernanza, con los que el mercado financiero está evaluando a las compañías para la asignación de capital, aquellos que corresponden a su materialidad financiera. Es cierto que, en una aproximación ejecutiva, se están estableciendo los requerimientos de manera global por sectores de actividad económica en el mejor de los casos, incluso a nivel general en otros (con macro temas como atención de los riesgos climáticos y potenciación de la diversidad e inclusión). Las compañías tienen entonces la oportunidad de: 1) realizar su propio análisis de materialidad financiera, con el que poder señalar sus particularidades ante estos equipos globales, y 2) integrar en sus estrategias de sostenibilidad este enfoque, para que no se basen sólo en el impacto.
Prueba de la importancia de trabajar este doble enfoque combinado lo podemos ver en sectores como el inmobiliario, que no es un gran emisor de Gases de Efecto invernadero por lo que agenda de cambio climático quedaría fuera de sus estrategias de sostenibilidad desde la perspectiva del impacto, pero que sin embargo está muy afectado por el cambio climático por la influencia que los riesgos de fenómenos extremos tienen sobre las propiedades, aumentando el costo de los seguros y devaluando el valor de las propiedades.
En Ecuador, esta evolución está siendo liderada por la banca privada, especialmente como resultado de la búsqueda de fondeo en el exterior. La banca de desarrollo multilateral, a la que se recurre, es pionera en este entendimiento de sí considerar los impactos pero también la atención de las temáticas ASG que son críticas para el resultado financiero, asignado capital a organizaciones en las que confíen desde ambos enfoques. Desde el punto de vista regulatorio, las entidades financieros no tiene requerimientos significativos, sobre la necesidad de que trabajen bajo la doble materialidad ni de que asignen capital bajo ese enfoque. Pero estamos ante la oportunidad de adelantarnos a la posible evolución normativa, como hemos visto con el caso de la Colombia. También destaca en México el ejemplo de la Comisión Nacional del Ahorro para el Retiro (CONSAR), que desde 2022 requiere a las AFORES (fondos de pensiones) la integración de aspectos ASG en sus estrategias de inversión.
Existe también una enorme oportunidad para los sectores de la economía real, tanto para atender posibles fondeos del exterior como los requerimientos que la banca local les vaya formulando.
La consideración de ambos enfoques pone también a conversar a los equipos financieros de las compañías con quienes en ellas tradicionalmente ha venido coordinando RSE, desde la perspectiva exclusiva del impacto. Se facilita entender el retorno financiero que trabajar en y por la sostenibilidad aporta a las compañías.
Como cierre, traigamos a la mesa la transparencia. Si ya era importante cuando las compañías trabajaban sólo los impactos, imaginemos cuando abordamos la materialidad financiera y tenemos que comunicarnos con los actores del mercado. El paso aquí es fortalecer las memorias de sostenibilidad, en una evolución a rpeortes integrados, en que se consideren los Estándares de Global Reporting Initiative (GRI) y también los propios de Sustainability Accounting Standards Board (SASB), como ya hacen tres de los bancos del país. En el caso de la omnipresente preocupación del mercado por cambio climático, la posibilidad de aplicar las recomendaciones de the Task Force on Climate-related Financial Disclosures (TCFD), ya con el primer reporte del país este año. Esta tendencia se reforzará en los próximos meses con la publicación de la versión definitiva de las dos primeras normas de sostenibilidad de IFRS, con ese enfoque de mercado.
El momento es ahora.
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